Vigilada por enjambres de moscos y por la Guardia Nacional, la barranca de la Carnicería es un lugar hostil. Este predio de la sierra de Guerrero es el escenario central de la Fiscalía mexicana en la búsqueda de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en 2014. En esta tierra, entre arbustos espinosos, se recuperaron dos restos que pertenecieron a Christian Rodríguez y Jhosivani Guerrero. Del primero fue un fragmento del pie —pesaba apenas un gramo—, de Guerrero una vértebra lumbar. En la hipótesis que maneja el Gobierno, los jóvenes no murieron aquí. Sus restos fueron arrojados en la barranca después de la noche del 26 de septiembre, cuando sufrieron junto a sus compañeros un ataque coordinado de las fuerzas de seguridad y del crimen organizado en la ciudad de Iguala. ¿Qué pasó con los estudiantes esa madrugada de hace siete años? ¿Por qué fueron cazados y desaparecidos? Y, sobre todo, ¿dónde están? En este paraje de matorrales y hojarasca, mostrado por primera vez a la prensa, la Fiscalía ha estado buscando las respuestas.
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