La llegada de mujeres a los puestos de mando de la Iglesia está siendo extremadamente lenta, si se atiende a las reivindicaciones del sector feminista católico y al número global de casos en los que ha sucedido. Pero acostumbrados a la velocidad de una institución con 2.000 años a cuestas y poca permeabilidad a los cambios, los últimos tiempos han supuesto una apertura sin precedentes. El papa Francisco ha querido acelerar la transformación y ha nombrado a distintas representantes femeninas en la cúpula de la Santa Sede. La última, este jueves, ha sido Raffaella Petrini, una monja italiana que es ya la mujer de más alto rango en el Estado del Vaticano.
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