Muchas playas del estado de Florida han sido reabiertas y grandes cantidades de personas han acudido a bañarse y gozar de la arena, el aire y el sol. Sería una escena cotidiana y común si eso no estuviera sucediendo en plena epidemia de coronavirus, con las cifras de contagios registrados y fallecimientos por COVID-19 creciendo cada día.
¿Por qué, entonces, se han abierto playas en el estado a las que han acudido multitudes, en desintonía con las recomendaciones de quedarse en casa y distanciamiento social al mismo tiempo que, como indicó The Daily Beast, se registró el día con más muertes por COVID-19 en el estado?
¿Por qué, pese a los obvios riesgos de una apertura prematura, se ven y se verán más imágenes como esas en Estados Unidos?
Florida ha sido de los primeros estados en comenzar a flexibilizar la suspensión de actividades y el cierre de espacios a causa de la epidemia, y el propio presidente Donald Trump ha sido, con giros y tensiones, un impulsor de la noción de reabrir al país tan pronto sea posible.
Sin embargo, los datos científicos y las recomendaciones médicas no reforzarían la idea de que ya es posible la reapertura de modo seguro y sin desatar una nueva escalada de contagio. Tanto porque la epidemia aún se encuentra extendida como porque no existe aún la capacidad de realización de pruebas de diagnóstico y de detección de anticuerpos a gran escala que permitiría tener elementos claros y suficientes para reabrir el país de modo paulatino y seguro.
Ciertamente, la economía ha mermado de modo inmenso por el cierre, con millones de desempleados y pérdidas ingentes, una situación que afectará a la nación (y al mundo) por un tiempo considerable. Todos anhelan una reapertura pero es claro que hacerlo para después tener que regresar al encierro perdiendo todo lo ganado por una reagudización de los contagios es un escenario de catástrofe que implica mayor sufrimiento y pérdida de vidas.
Lot of folks antsy to get back on the beach for exercise. Don’t forget the social distancing. #FirstAlertWX @actionnewsjax
13616:23 – 17 abr. 2020Información y privacidad de Twitter Ads236 personas están hablando de esto
Las concentraciones de personas en algunas playas de Florida que han tenido lugar, luego de que hace unos días el gobernador Ron DeSantis autorizó a las municipalidades permitir el acceso a esos lugares, no necesariamente propiciarán una vuelta segura a la actividad cotidiana y, en cambio, incrementan los riesgos de mayores contagios y, por ende, de cierres más prolongados y severos.
Algunas autoridades locales afirmaron, indicó The Daily Beast, que las playas solo estarían abiertas para correr y practicar la pesca y el surf en horarios limitados y que no estaría permitido el asolearse. Otros señalaron que las prácticas de distanciamiento social y evitar las concentraciones deben mantenerse mientras se está en la playa.
Pero lo que se ha visto en las imágenes de las playas de Florida es distinto: multitudes de personas, con frecuencia en cercanía, en algunos casos realizando actividades grupales como deportes. Todo ello presumiblemente dará a esos bañistas un mínimo respiro a la tensión de estar encerrados en casa, pero genera nuevos e inquietantes riesgos de salud pública.
Abrir demasiado pronto es abrir una caja de pandora.
Es por ello que han circulado severos reproches, tanto a las autoridades de Florida que autorizaron la reapertura de las playas como a las personas mismas que decidieron acudir a ellas en masa. La etiqueta #FloridaMorons (“Estúpidos de Florida”) es una expresión al respecto, como comentó The Daily Beast.
Con todo, otros han defendido su visita a la playa. Personas que dieron su testimonio al periódico USA Today dijeron que mantuvieron separación suficiente, que los lugares no estaban atestados y que, en términos de posible exposición al coronavirus, les preocupaba más acudir al supermercado que a la orilla del mar.
Así, imágenes como las de esas playas y otras de personas concentrándose ominosamente en tiempos de dura epidemia se han visto y se verán más en el futuro. La urgencia de muchos por salir del encierro, así sea por unas horas, conduce a aglomeraciones que resultan inquietantes y de alto riesgo. La autocontención y la minimización de riesgos no son necesariamente las actitudes prevalentes.
Y esas imágenes también podrían ser más frecuentes por otras razones.
En ciertas áreas del país con pocos casos de contagio las actividades podrían comenzar a abrir poco a poco. Y, en paralelo, existe un poderoso afán de mostrar cierta vuelta a la normalidad, tanto para dar respiro a la población como para apuntalar ciertas posiciones políticas.
No es coincidencia que varios de los estados donde las acciones de cierre ante el coronavirus fueron más lentas y donde las de reapertura podrían acelerarse son gobernados republicanos. Y muchos de los estados con medidas más severas y expectativas de reapertura más reducidas son gobernados por demócratas. Hay casos en sentido contrario, pero se han visto claroscuros en cómo se ha abordado la epidemia en función de la orientación política.
Es por ello que el reabrir una ciudad, un estado o un país, lo que sería un signo de éxito ante la epidemia, tiene un contaminante político: reabrir sería visto por muchos como una reivindicación del gobernante y de su ideología, y una muestra del éxito de su gestión ante la epidemia.
Y, en un año electoral, las señales de relajación de las órdenes de quedarse en casa y del cierre de actividades presumiblemente podrían incrementarse al ser estas, en su lado áspero, también un desplante político-ideológico. El país está tan polarizado que el ritmo de apertura podría ser afectado de modo importante por esas consideraciones, lo que resulta peligroso en términos sanitarios.
Todo ello no tendría riesgo mayor si se apoya en base en datos científicos claros y suficientes.
Países que han comenzado a reabrir sus actividades, no sin controversia y también sumidos en tensiones político-partidarias, lo han decidido poco a poco tras haber practicado tests a sus habitantes de modo sustantivo y sistemático y luego de que su población participó con disciplina en cierres que, por ejemplo en Europa, han sido mucho más severos que en Estados Unidos.
Y numerosos gobernadores estadounidenses, que son quienes tienen la decisión sobre cuándo y cómo reabrir sus estados, consideran que no es posible tomar tal determinación sin practicar antes test a gran escala.
Millions of people have yet to be tested, yet Jacksonville’s beaches have reopened
Is Florida trying to make the coronavirus outbreak worse?https://thehill.com/homenews/state-watch/493288-beaches-parks-to-reopen-in-jacksonville-fla-on-friday …Beaches, parks to reopen in Jacksonville, Fla., on FridayThe mayor of Jacksonville, Fla., said that the city’s beaches and parks will reopen at 5 p.m. Friday, but with restrictions as the coronavirus outbreak continues across the state and country.thehill.com18516:00 – 17 abr. 2020Información y privacidad de Twitter Ads112 personas están hablando de esto
La ciencia plantea que esa reapertura debe darse cuando se hayan reducido significativamente los contagios, se conozca en mucho mayor grado la cantidad de enfermos y de personas que han desarrollado inmunidad y exista una tasa decreciente de la epidemia.
Eso presumiblemente no sería aún el caso en Florida, pero allí ya se ha permitido la reapertura de playas. Carolina del Sur al parecer podría también relajar restricciones en playas y ciertos comercios.
En justicia, eso no es aún un levantamiento general de las órdenes de quedarse en casa ni una apertura general de actividades. Pero si son acciones que incrementan los riesgos y elevan temores de que quizá no se estaría priorizando la razón científica. Y es previsible que no serán las últimas.
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