Dicen que es mejor arreglar las cosas desde la victoria que desde la derrota, por eso de que cuando se pierde aparecen las prisas y la gente se precipita. Pero eso es muy difícil. Que Gareth Bale te marqué un golazo de chilena y Kiev para darte la decimotercera Copa de Europa y al día siguiente decirle “¡Adiós y muy buena suerte!”, es algo que suele costar mucho en el mundo del fútbol.
Por eso la debacle del Barça en Anfield en las semifinales de Champions League. ayudará al Real Madrid en su reconstrucción veraniega.
Si cambiar cosas desde la victoria es complicado, y desde la derrota no es aconsejable, quizás el mejor momento para hacerlo es cuando tu máximo rival acaba de tener un accidente de dimensiones históricas. Porque si en Madrid ya tenían claro quienes eran los nombres subrayados para dejar el club, pero había dudas sobre quienes debían ser los que llegaran en julio, ahora esas decisiones se podrán tomar con mucha más calma.
Salir al mercado tras una temporada ruinosa y habiendo visto al FC Barcelona levantar un triplete, quizás hubiera propiciado que el Real Madrid hiciera alguna locura por el simple hecho de calmar los ánimos de la afición. El caso más claro en este sentido es el del propio Barça, que en 2017, tras ver a su gran enemigo ganar la Champions en Cardiff y también la liga, tuvo que salir al mercado a cubrir la baja de un Neymar fugado a París. 140 millones de euros invertidos a toda prisa en Ousmane Dembelé y 160 en el siguiente mercado de invierno pagados por Philippe Coutinho fueron las tiritas que le pusieron en el club blaugrana a aquella brecha –aún más sangrante tras la clase de fútbol a la que le sometió el Real Madrid en la Supercopa de España de aquel verano. 300 millones que el Barça podría haber invertido con mucho más tacto y mucha más calma, pero que viéndose como se vio en la lona, la reacción de levantarse y seguir golpeando fue algo instintiva.
Casi dos años después sabemos que esa decisión fue errónea, y que por más que el club catalán haya ganando un doblete y vaya camino de otro, sus descalabros en la Champions League en las dos últimas temporadas son el fiel reflejo de un fracaso –al menos en lo económico– en toda regla
La temporada del Real Madrid no la arregla la debacle del Barça ni nadie que no sea Marty McFly con el Delorian como máquina del tiempo. Pero no es menos cierto que ver al Barça de capa caída, y habiendo aprendido de su reacción gutural de fichar a dos jugadores por auténticas millonadas sin que tuvieran currículum suficiente para merecerlo, seguro ayuda a que los blancos encaren la época veraniega con otro empaque, con más convencimiento, y sin tantas dudas.
No se puede negar que el madridismo está hoy un poco más feliz que antes de que arrancara el partido en Anfield, pero desde las oficinas de Valdebebas lo que verdaderamente se valora es que –tras la debacle culé– el camino por recorrer hasta alcanzarles es bastante más corto, por lo que la reconstrucción de este verano se podrá llevar a cabo con más calma.
El Real Madrid y el FC Barcelona son vasos comunicantes que suelen moverse en polos opuestos del espectro. Cuando a uno le va bien, al otro le va mal, y viceversa. Ahora mismo, los polos parecen estar algo más alineados –aunque en el lado negativo ambos– y por eso los blancos respiran un poco más tranquilos, pues la presión que ejercía el posible triplete culé amenazaba con tornarse asfixiante.
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