Boris Johnson solo entiende la política como un eterno discurso épico, y es capaz de envolverse en el manto de gigantes como Margaret Thatcher o Winston Churchill para explicar por qué los británicos llevan dos semanas haciendo cola para comprar gasolina o algunas estanterías de los supermercados están vacías. El primer ministro británico ha cerrado este miércoles con su discurso el congreso del Partido Conservador. Los tories han respirado durante cuatro días aires triunfalistas en la burbuja del Centro de Convenciones de Mánchester, mientras el resto del país debatía sobre inflación, crisis de suministro o escasez de mano de obra. Y Johnson ha rematado el cónclave con un mensaje de exagerado optimismo, y la promesa de dar un giro radical al modelo económico del país, un discurso recibido con más que escepticismo entre los empresarios.
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