El Gobierno lo promocionaba como “la joya de Sinaloa” y “el lugar ideal para invertir”. Playa Espíritu se vendía como la apuesta de turismo sostenible que proyectaría a un Estado más conocido en el mundo por el poder del narcotráfico que por sus deslumbrantes playas en el Pacífico mexicano. Pero el megaproyecto no cuajó y se convirtió en un elefante blanco que costó más de 100 millones de dólares. El presidente Andrés Manuel López Obrador ha adelantado esta semana que hará una rifa a finales de este año para atraer compradores y tratar de recuperar la inversión.
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