Hace unos días recibí la invitación al cargo como agregada cultural de México en España y directora del Instituto de Cultura de México en España por parte de la Secretaría de Relaciones Exteriores. La acepté con humildad, en vista de la importancia de representar las muy diversas expresiones culturales mexicanas en un país en el extranjero con el que hay una constante comunicación entre creadores e ideas. Puse énfasis en los artistas más jóvenes, en la paridad y perspectiva de género, en la comunidad LGBT+, los pueblos originarios y otros grupos vulnerados o habitualmente excluidos, y buscando explorar diálogos posibles entre las nuevas expresiones culturales y la tradición que nos precede con una cota alta. Acepté el puesto público –que históricamente han ocupado escritores, en su mayoría hombres– con el genuino interés de escuchar, abrir puertas y tender puentes desde una postura no patriarcal a favor de los derechos de todas las personas, y teniendo presente mi lugar como parte de la comunidad cultural.
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